La conexión entre salud mental y rendimiento financiero es innegable.
Un estudio reciente de McKinsey (2023) revela que las empresas con programas sólidos de bienestar mental reportan:
- 23% mayor productividad
- 41% menor rotación de personal
- 65% mejor engagement empleado
- 37% reducción en costos médicos
Estos datos ponen de manifiesto que el burnout no solo afecta a los trabajadores, sino que también tiene un impacto financiero significativo en las empresas. La disminución de la productividad, el aumento del ausentismo, la rotación de personal, las bajas por enfermedad y los costos por atención médica son algunos de los factores que contribuyen al impacto negativo del burnout en la rentabilidad (Spector & Fox, 2005; Burke & Greenglass, 2004).
Además, un estudio de la Universidad de Stanford encontró que los trabajadores con síntomas de burnout tenían un 23% más de probabilidad de tener un comportamiento de riesgo en el trabajo, lo que puede conducir a accidentes y errores costosos (Burke & Greenglass, 2004). Asimismo, la rotación de personal altamente calificado por causa del burnout representa una pérdida importante de inversión en capital humano para las empresas (Ashforth & Maertz, 2007).