Los cigarrillos electrónicos, comúnmente conocidos como vapeadores, han surgido como una alternativa controvertida a los cigarrillos tradicionales. Desde su introducción en el mercado a principios del siglo XXI, estos dispositivos han generado un intenso debate en la comunidad científica y médica sobre sus posibles beneficios y riesgos para la salud pública.
Este artículo tiene como objetivo examinar de manera objetiva los diversos aspectos de los vapeadores, desde su mecanismo de acción hasta sus implicaciones en la salud pública y las políticas de control del tabaco.
¿Qué pasa cuando inhalamos el aerosol de los vapeadores?
Los vapeadores son dispositivos electrónicos que calientan una solución líquida (e-líquido) para producir un aerosol que el usuario inhala. El e-líquido típicamente contiene propilenglicol, glicerina vegetal, saborizantes y, en muchos casos, nicotina. A diferencia de los cigarrillos convencionales, los vapeadores no implican combustión, lo que elimina la producción de muchos de los compuestos tóxicos asociados con el humo del tabaco [1].
El proceso de vaporización ocurre cuando el e-líquido entra en contacto con una resistencia eléctrica calentada, generalmente entre 100°C y 250°C, dependiendo del dispositivo y las preferencias del usuario. Esta temperatura es significativamente menor que la de un cigarrillo encendido (que puede alcanzar los 900°C), lo que resulta en un perfil de emisiones diferente [2].
Los efectos de los vapeadores en los pulmones son un área de intensa investigación y debate. Aunque generalmente se considera que son menos dañinos que los cigarrillos convencionales, no están exentos de riesgos.
Estudios in vitro e in vivo han demostrado que el aerosol de los vapeadores puede causar estrés oxidativo y respuestas inflamatorias en las células pulmonares [3]. Sin embargo, estos efectos son generalmente menos pronunciados que los observados con el humo del tabaco.
Un estudio de cohorte a largo plazo publicado en el New England Journal of Medicine encontró que los usuarios exclusivos de vapeadores tenían un riesgo significativamente menor de desarrollar enfermedades pulmonares crónicas en comparación con los fumadores de cigarrillos convencionales, aunque el riesgo era mayor que en los no fumadores [4].
Es importante señalar que se han reportado casos de lesión pulmonar aguda asociada al uso de vapeadores (EVALI, por sus siglas en inglés). Sin embargo, la mayoría de estos casos se han vinculado al uso de productos que contienen acetato de vitamina E, un aditivo que se encuentra principalmente en productos de vapeo que contienen THC y que no está presente en los e-líquidos comerciales regulados [5].
¿Porqué son adictivos?
Los vapeadores son igual de adictivos que los cigarrillos convencionales gracias a la nicotina.
La nicotina es un alcaloide que se encuentra naturalmente en las plantas de tabaco y es el principal componente psicoactivo tanto en los cigarrillos convencionales como en muchos e-líquidos. Sus efectos en el cuerpo humano son complejos y multifacéticos.
A nivel neurológico, la nicotina actúa como un agonista de los receptores nicotínicos de acetilcolina (nAChR), lo que conduce a la liberación de varios neurotransmisores, incluyendo dopamina, norepinefrina y serotonina. Esto explica sus efectos estimulantes y su potencial adictivo [6].
Contrariamente a la creencia popular, la nicotina por sí sola no es la principal causa de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo. La mayoría de los daños asociados con el consumo de tabaco provienen de los miles de otros productos químicos presentes en el humo del cigarrillo, muchos de los cuales se forman durante el proceso de combustión [7].
Sin embargo, la nicotina no está exenta de riesgos. Puede aumentar la frecuencia cardíaca y la presión arterial, y hay evidencia de que puede tener efectos negativos en el desarrollo del cerebro adolescente [8].
La adicción a la nicotina es un aspecto crucial en la discusión sobre los vapeadores. La nicotina es altamente adictiva, y los vapeadores pueden proporcionar niveles de nicotina comparables o incluso superiores a los cigarrillos convencionales.
El proceso de adicción implica cambios en los circuitos de recompensa del cerebro, particularmente en el sistema mesolímbico dopaminérgico. Con el uso repetido, el cerebro se adapta a la presencia de nicotina, lo que lleva a la tolerancia y a los síntomas de abstinencia cuando se deja de consumir [9].
Un estudio longitudinal publicado en JAMA Network Open encontró que los adolescentes que usaban vapeadores tenían más probabilidades de desarrollar dependencia a la nicotina en comparación con aquellos que fumaban cigarrillos convencionales, posiblemente debido a la mayor facilidad de uso y las concentraciones más altas de nicotina en algunos productos de vapeo [10].
Una consideración importante en el debate sobre los vapeadores es el impacto del aerosol exhalado en las personas cercanas, comúnmente conocido como "vapeo pasivo" o de segunda mano, en comparación con el humo de segunda mano del tabaco convencional.
El humo de segunda mano del tabaco convencional es una mezcla compleja de miles de productos químicos, muchos de los cuales son tóxicos o carcinógenos. La exposición al humo de segunda mano está asociada con numerosos efectos adversos para la salud, incluyendo enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón y problemas respiratorios en niños [21].
En contraste, el aerosol exhalado por los usuarios de vapeadores, aunque no es completamente inofensivo, contiene significativamente menos productos químicos nocivos. Un estudio publicado en el Journal of Aerosol Science encontró que la exposición pasiva al aerosol de los vapeadores tiene un riesgo de cáncer 57,000 veces menor que el humo de segunda mano del tabaco convencional [22].
Los principales componentes del aerosol exhalado por los vapeadores son propilenglicol, glicerina vegetal y agua, junto con pequeñas cantidades de nicotina y compuestos orgánicos volátiles (COV). Un estudio realizado por Public Health England concluyó que "no se ha identificado ningún riesgo para la salud de los transeúntes expuestos al vapor de los cigarrillos electrónicos hasta la fecha" [23].
Sin embargo, es importante señalar que la composición exacta del aerosol exhalado puede variar dependiendo del dispositivo, el e-líquido y las condiciones de uso. Algunos estudios han detectado la presencia de metales pesados y otros contaminantes en el aerosol, aunque en niveles mucho más bajos que en el humo del tabaco [24].
Además, la nicotina presente en el aerosol exhalado puede depositarse en las superficies, formando lo que se conoce como "residuo de tercera mano". Aunque los niveles son generalmente más bajos que los del humo del tabaco, esto podría representar una ruta de exposición adicional, especialmente para los niños [25].
En cuanto a los efectos en la calidad del aire interior, un estudio publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health encontró que el uso de vapeadores en interiores aumentaba los niveles de partículas finas (PM2.5) y nicotina en el aire, pero en niveles mucho más bajos que el humo del tabaco convencional y por debajo de los límites de calidad del aire de la OMS [26].
A pesar de estos hallazgos generalmente favorables en comparación con el humo del tabaco, muchos expertos en salud pública recomiendan precaución. La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, aconseja que los vapeadores no se utilicen en espacios cerrados, especialmente donde están prohibidos los productos de tabaco convencionales [27].
En conclusión, mientras que el aerosol de los vapeadores de segunda mano parece ser significativamente menos dañino que el humo de segunda mano del tabaco convencional, no está completamente libre de riesgos. Se necesita más investigación para comprender completamente los efectos a largo plazo de la exposición crónica al aerosol de los vapeadores.
¿Los vapeadores pueden ayudar a dejar el tabaco?
Uno de los argumentos más fuertes a favor de los vapeadores es su potencial uso como herramienta para dejar de fumar. Varios estudios han explorado la eficacia de los vapeadores en comparación con otras terapias de reemplazo de nicotina (TRN) y otros métodos para dejar de fumar.
Un ensayo controlado aleatorio publicado en el New England Journal of Medicine encontró que los vapeadores eran casi el doble de efectivos que las TRN convencionales para ayudar a los fumadores a dejar de fumar. Después de un año, el 18% de los participantes en el grupo de vapeadores se habían abstenido de fumar, en comparación con el 9.9% en el grupo de TRN [18].
Otro estudio de cohorte a gran escala publicado en Addiction encontró que los fumadores que usaban vapeadores tenían una probabilidad significativamente mayor de hacer un intento de dejar de fumar y de lograr la abstinencia a largo plazo en comparación con los fumadores que no usaban vapeadores [19].
Sin embargo, es importante notar que muchos usuarios de vapeadores continúan usando estos dispositivos a largo plazo, lo que plantea preguntas sobre los efectos a largo plazo de su uso crónico. Además, la efectividad de los vapeadores para dejar de fumar puede variar dependiendo de factores como el tipo de dispositivo, la concentración de nicotina y el patrón de uso [20].
¿Quiénes no deberian nunca usar vapeadores?
Los niños, los jóvenes, las personas con enfermedades agregadas y las mujeres embarazadas no deben usarlos.
El uso de vapeadores entre los niños y jóvenes ha aumentado significativamente en la última década, lo que ha generado preocupaciones sobre sus efectos en esta población vulnerable.
La exposición a la nicotina durante la adolescencia puede tener efectos duraderos en el desarrollo cerebral, afectando áreas involucradas en la atención, el aprendizaje y el control de impulsos. Un estudio de neuroimagen publicado en Neuroscience & Biobehavioral Reviews mostró alteraciones en la estructura y función cerebral en adolescentes que usaban vapeadores regularmente [11].
Además, existe preocupación de que el uso de vapeadores pueda servir como puerta de entrada al consumo de cigarrillos convencionales. Un metaanálisis publicado en JAMA Pediatrics encontró que los jóvenes que usaban vapeadores tenían más del triple de probabilidades de comenzar a fumar cigarrillos en comparación con los no usuarios [12].
Sin embargo, es importante notar que las tasas generales de tabaquismo entre los jóvenes han disminuido en muchos países durante el mismo período en que ha aumentado el uso de vapeadores, lo que complica la interpretación de estos datos [13].
El uso de vapeadores durante el embarazo también es un tema de particular preocupación debido a los potenciales efectos en el desarrollo fetal. Aunque los vapeadores no producen monóxido de carbono ni muchos de los otros tóxicos presentes en el humo del cigarrillo, la nicotina por sí sola puede tener efectos negativos en el desarrollo fetal.
Estudios en modelos animales han demostrado que la exposición prenatal a la nicotina puede resultar en bajo peso al nacer, alteraciones en el desarrollo pulmonar y efectos a largo plazo en el comportamiento y la cognición de la descendencia [14].
Un estudio de cohorte prospectivo publicado en BJOG: An International Journal of Obstetrics & Gynaecology encontró que las mujeres embarazadas que usaban vapeadores tenían un mayor riesgo de parto prematuro en comparación con las no usuarias, aunque el riesgo era menor que el asociado con el tabaquismo convencional [15].
Dada la falta de evidencia a largo plazo sobre la seguridad de los vapeadores durante el embarazo, la mayoría de las organizaciones de salud recomiendan que las mujeres embarazadas eviten su uso.
¿Porqué no sirve solo prohibirlos?
A pesar de las preocupaciones sobre los riesgos potenciales de los vapeadores, muchos expertos en salud pública argumentan que prohibirlos por completo podría tener consecuencias no deseadas.
En primer lugar, una prohibición total podría empujar a los usuarios actuales de vapeadores a volver a los cigarrillos convencionales, que son conocidos por ser más dañinos. Un estudio de modelado publicado en Nicotine & Tobacco Research estimó que una prohibición de los vapeadores en los Estados Unidos podría resultar en un aumento neto de muertes relacionadas con el tabaquismo [16].
En segundo lugar, las prohibiciones pueden fomentar un mercado negro de productos de vapeo no regulados, que podrían ser aún más peligrosos que los productos legales y regulados. Esto se vio claramente durante la crisis de EVALI en 2019, donde la mayoría de los casos estaban relacionados con productos ilícitos [5].
Por último, prohibir los vapeadores eliminaría una potencial herramienta para la reducción de daños para aquellos fumadores que no pueden o no quieren dejar de fumar por completo. Un enfoque más efectivo podría ser la regulación cuidadosa de estos productos, incluyendo estándares de calidad, restricciones de venta a menores y límites en la publicidad [17].
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¿Qué debemos hacer entonces?
El debate sobre los vapeadores es complejo y multifacético, involucrando consideraciones de salud pública, ética y política. Por un lado, los vapeadores ofrecen una alternativa potencialmente menos dañina para los fumadores actuales y podrían ser una herramienta valiosa para la cesación del tabaco. Por otro lado, existen preocupaciones sobre su atractivo para los jóvenes y sus efectos a largo plazo en la salud.
La evidencia actual sugiere que, para los fumadores adultos, los vapeadores son probablemente menos dañinos que continuar fumando cigarrillos convencionales. Sin embargo, para los no fumadores, especialmente los jóvenes, iniciar el uso de vapeadores conlleva riesgos innecesarios para la salud y el potencial de adicción a la nicotina.
Las políticas de salud pública deben buscar un equilibrio cuidadoso. Prohibir completamente los vapeadores podría privar a los fumadores actuales de una herramienta potencialmente útil para dejar de fumar, mientras que una regulación demasiado laxa podría exponer a los jóvenes a riesgos innecesarios. Un enfoque basado en la evidencia podría incluir:
En conclusión, los vapeadores representan tanto una oportunidad como un desafío para la salud pública. Mientras que ofrecen un potencial para la reducción de daños en fumadores adultos, también presentan riesgos, particularmente para los jóvenes y los no fumadores. A medida que la investigación continúa y nuestra comprensión de estos dispositivos evoluciona, las políticas y recomendaciones de salud pública deberán adaptarse a esta nueva realidad.
Referencias
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