Desde la perspectiva de la filosofía de la ciencia, la imaginación se entiende como una capacidad cognitiva compleja que permite la creación y manipulación de representaciones mentales no presentes en nuestra percepción sensorial inmediata (Kind & Kung, 2016). Esta capacidad va más allá de la mera reproducción de experiencias pasadas; implica la combinación creativa de elementos conocidos para generar nuevas ideas y posibilidades.
La imaginación es considerada una característica distintiva del ser humano. Mientras que otras especies pueden mostrar cierto grado de anticipación o planificación, la capacidad humana para crear mundos hipotéticos, explorar escenarios contrafactuales y proyectarse en el futuro parece ser única en su complejidad y alcance (Suddendorf & Corballis, 2007).
En el contexto de la salud y la enfermedad nuestra imaginación es muy importante ya que nos permite:
- Anticiparnos a posibles problemas de salud y empezar a tomar medidas.
- Interpretar o dar sentido a nuestros síntomas y experiencias con médicos, medicamentos y hospitales.
- Responder a diagnósticos y tratamientos a partir de nuestras emociones y comportamientos aprendidos.
- Generar nuevas ideas de como afrontar la enfermedad, mejorar el tratamiento y nuestra calidad de vida.