En el ámbito de la salud, las personas transgénero y de género diverso (en adelante, personas trans) representan uno de los grupos de la sociedad más vulnerables. A pesar de los avances en la comprensión y aceptación de la diversidad de género, este colectivo sigue enfrentando desafíos significativos que afectan directamente su bienestar físico, psicológico y emocional.
Este artículo tiene como objetivo examinar la situación actual de la salud de las personas trans, identificar los principales problemas que enfrentan y proponer soluciones basadas en evidencia científica.
Investigaciones recientes han revelado una preocupante disparidad en la salud entre las personas trans y la población general. Un estudio realizado por Newcomb et al. (2020) reveló que las personas trans experimentan disparidades significativas en la salud en comparación con sus contrapartes cisgénero [8].
Un indicador crucial para medir la salud y bienestar de un grupo es la esperanza de vida. La esperanza de vida es el promedio de edad al que fallecen la mayoría en un grupo y así se puede inferir el promedio de años de vida para los miembros de ese grupo.
Los datos disponibles de esperanza de vida en las personas trans revelan disparidades alarmantes. Su corta longevidad en comparación con la población general. Y aunque es importante señalar que estas cifras varían significativamente entre países y contextos económicos, muestran un panorama siempre trágico en este grupo.
En países de ingresos altos, aunque la situación ha mejorado en las últimas décadas, las personas trans siguen enfrentando una menor esperanza de vida. Un estudio realizado en los Países Bajos por Wiepjes et al. (2020) encontró que las mujeres trans tenían un riesgo de mortalidad 2.3 veces mayor que la población general masculina, mientras que los hombres trans tenían un riesgo 1.5 veces mayor que la población general femenina [10]. Estas diferencias se atribuyeron principalmente a causas como el suicidio y las enfermedades cardiovasculares.
En los Estados Unidos, aunque no hay datos oficiales sobre la esperanza de vida de las personas trans, un informe del Inter-American Commission on Human Rights (2014) estimó que la esperanza de vida de las mujeres trans latinas en el país era de solo 35 años [11]. Esta cifra alarmantemente baja se atribuye a una combinación de factores, incluyendo la violencia, la discriminación en el acceso a la atención médica y las altas tasas de VIH.
La situación es aún más grave en países de ingresos medios y bajos. En Brasil, por ejemplo, un estudio de Transgender Europe (2016) estimó que la esperanza de vida de las personas trans era de solo 35 años, menos de la mitad del promedio nacional que es de 75 años [12]. Esta dramática diferencia se atribuye en gran parte a los altos niveles de violencia transfóbica y a la falta de acceso a servicios de salud adecuados.
En India, aunque no hay datos precisos sobre la esperanza de vida de las personas trans, un estudio de Shaikh et al. (2016) encontró que la comunidad Hijra (un término que engloba a varias identidades de género no binarias en el sur de Asia) enfrentaba tasas de mortalidad significativamente más altas que la población general, principalmente debido a complicaciones relacionadas con el VIH y la falta de acceso a atención médica [13].
México presenta un panorama particularmente preocupante en cuanto a la violencia contra las personas trans. Según el informe "Violencia extrema. Los asesinatos de personas LGBTTT en México: los saldos del sexenio (2013-2018)" de la organización Letra S, se registraron 473 asesinatos de personas LGBT+ en México durante ese período, de los cuales el 55% fueron de mujeres trans [14]. Estas cifras alarmantes posicionan a México como el segundo país con más asesinatos de personas trans en América Latina, solo detrás de Brasil. La violencia se manifiesta no solo en forma de homicidios, sino también a través de agresiones físicas, verbales y sexuales, así como en la discriminación sistemática en ámbitos como el laboral, educativo y de salud. Un estudio realizado por el Centro de Apoyo a las Identidades Trans (CAIT) en 2020 reveló que el 80% de las mujeres trans en México ha sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida [15]. Esta situación de violencia constante tiene un impacto directo en la salud mental y física de las personas trans en México, contribuyendo a altos niveles de estrés crónico, depresión y ansiedad. Además, el miedo a la violencia y la discriminación a menudo lleva a las personas trans a evitar buscar atención médica o denunciar los abusos, lo que perpetúa el ciclo de marginación y vulnerabilidad.
En muchos países, las personas trans enfrentan barreras significativas para acceder a atención médica adecuada y afirmativa. Esto complica la prevención, diagnóstico y tratamiento de muchas enfermedades, incluidas el VIH y las enfermedades de transmisión sexual, cuya incidencia es mayor en este grupo.
Las personas trans, especialmente las mujeres trans, enfrentan altas tasas de violencia en muchos países lo que no solo afecta su salud física sino también su salud mental, aumentando el riesgo de ansiedad, depresión y suicidio. Como se mencionó anteriormente, las tasas de suicidio entre las personas trans son significativamente más altas que en la población general.
Finalmente, el estrés crónico asociado con la discriminación puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares y otros problemas de salud.
Estas disparidades en la esperanza de vida subrayan la urgente necesidad de políticas y programas dirigidos a mejorar la salud y el bienestar de las personas trans en todo el mundo. Esto incluye no solo mejorar el acceso a la atención médica, sino también abordar los factores sociales y económicos que contribuyen a estas desigualdades en salud.
Es crucial reconocer que la salud mental y física de las personas trans están intrínsecamente relacionadas. Los desafíos en la salud física pueden exacerbar los problemas de salud mental y viceversa.
Un estudio realizado por Veale y colaboradores (2017) encontró que las personas trans tienen un riesgo significativamente mayor de experimentar ansiedad y depresión en comparación con sus pares cisgénero [1]. Específicamente, se observó una prevalencia del 48% para la ansiedad y del 50.6% para la depresión entre las personas trans, cifras que son sustancialmente más altas que las observadas en la población general.
Además, el riesgo de suicidio entre las personas trans es alarmantemente elevado. Según un estudio de Turban y colaboradores (2020), el 82% de las personas trans han considerado el suicidio en algún momento de sus vidas, y el 40% ha intentado suicidarse [2]. Estos datos subrayan la urgente necesidad de abordar la crisis de salud mental que afecta a esta comunidad.
Las personas trans enfrentan altos niveles de discriminación en diversos ámbitos de la vida, incluyendo el empleo, la vivienda y la atención médica. Un estudio de James et al. (2016) reveló que el 77% de las personas trans han experimentado discriminación en el lugar de trabajo [3].
El rechazo familiar y la falta de redes de apoyo adecuadas pueden exacerbar los problemas de salud. Según un estudio de Klein y Golub (2016), la aceptación y el apoyo por parte de la familia se asocia con una reducción de hasta el 33% en los intentos de suicidio entre los jóvenes trans [4].
Uno de los aspectos más preocupantes es el acceso limitado a la atención médica adecuada. Según una encuesta nacional realizada por James et al. (2016), el 33% de las personas trans que vieron a un proveedor de atención médica en el último año reportaron al menos una experiencia negativa relacionada con su identidad de género, como ser rechazados para recibir atención o tener que educar a su proveedor sobre las necesidades de salud trans [4] y un estudio de Reisner et al. (2015) encontró que el 23% de las personas trans evitaron buscar atención médica debido al temor a la discriminación [5]. Estas barreras pueden llevar a que las personas trans pospongan o eviten la atención médica necesaria, lo que puede resultar en condiciones de salud no tratadas o mal manejadas.
La desconexión entre la identidad de género y el sexo asignado al nacer puede causar un malestar significativo, conocido como disforia de género, que a menudo se asocia con ansiedad y depresión [6]. Además, las intervenciones médicas relacionadas con la afirmación de género, como la terapia hormonal y las cirugías de afirmación de género, pueden tener impactos significativos tanto en la salud física como mental. Un metaanálisis realizado por Baker et al. (2021) encontró que estas intervenciones están asociadas con una mejora significativa en la disforia de género, el funcionamiento psicológico y la calidad de vida [9]. Sin embargo, el acceso a estos tratamientos sigue siendo un desafío para muchas personas trans debido a barreras financieras, legales y sociales.
Para abordar estos desafíos y mejorar la salud física, mental y social de las personas trans, se proponen las siguientes acciones:
Es crucial aumentar la disponibilidad de profesionales de la salud capacitados en atención afirmativa del género. Esto incluye la formación de médicos, psicólogos y otros profesionales de la salud en las necesidades específicas de las personas trans.
La adopción y aplicación de leyes que protejan a las personas trans de la discriminación en todos los ámbitos de la vida puede reducir el estrés y mejorar su bienestar general.
Desarrollar programas educativos en escuelas, lugares de trabajo y comunidades puede ayudar a reducir el estigma y aumentar la comprensión de las cuestiones de género.
Fomentar la creación de grupos de apoyo para personas trans y sus familias puede proporcionar un espacio seguro para compartir experiencias y recursos.
Es necesario aumentar la investigación sobre la salud mental de las personas trans para informar mejor las políticas y prácticas de atención médica.
Proporcionar acceso a terapias que afirmen la identidad de género puede ser fundamental para mejorar la salud mental de las personas trans [7].
Es evidente que para abordar de manera integral la salud de las personas trans, es necesario un enfoque holístico que considere tanto la salud mental como la física. Esto implica no solo mejorar el acceso a la atención médica especializada, sino también capacitar a los profesionales de la salud en las necesidades específicas de esta población y crear entornos de atención médica más inclusivos y afirmativos.
La salud mental de las personas trans representa un desafío significativo en la actualidad. Sin embargo, con un enfoque integral que incluya mejoras en la atención médica, cambios en las políticas, educación y apoyo comunitario, es posible mejorar sustancialmente el bienestar de este grupo vulnerable. Es responsabilidad de los profesionales de la salud, los legisladores y la sociedad en general trabajar juntos para crear un entorno más inclusivo y de apoyo para las personas trans.
Referencias